martes, 11 de diciembre de 2012

Detrás del muro

Por Victoria Barturen, Rocío Benítez y Ana Rodríguez*

Para el segundo parcial de Psicología y Educación, asignatura de 3er año del Profesorado de Música, nos decidimos por hacer un análisis de Marisa Wagner, poeta argentina fallecida el 18 de agosto de este año, a través de los elementos que nos ofreció dicha asignatura.
Compartimos con ustedes, una síntesis de lo que fue ese parcial, con la intención de conocer otras realidades que se vinculan con nuestro devenir como seres humanos y que son, por tanto, interesantes de tener en cuenta en nuestras prácticas docentes.

Primero, miremos el video:




Marisa y la escuela

En el video Marisa Wagner comienza contando que de niña hablaba poco, pero se refugiaba mucho en la lectura y la escritura. No tenía mucho acceso a material dado que su familia pertenecía al proletariado y en su biblioteca tenía poco que leer. Esto cambia cuando ingresa al secundario y tiene mayor acceso a libros. Marisa menciona que tuvo “una profesora muy piola” que le recomendó autores. De esta manera, comenzó su camino de lectora de dos o tres libros por semana. Simultáneamente escribía.
Como futuras docentes, tomamos este testimonio para asentar que es necesario partir de la singularidad de cada alumno teniendo en cuenta el momento y el entorno en el que se encuentra, sus modos de comunicación, lo que ya trae, lo que busca y espera, para poder tomar decisiones a la hora de ejercer la docencia.

El caso de Marisa Wagner es un claro ejemplo de como los docentes podemos influir en nuestros alumnos y, muchas veces, en su futuro, cultivando sus intereses, fomentando eso que es su impulso creador propio. La tarea del docente debe ser la de habilitar a los alumnos a encontrarse con referentes precisos, con su propia tónica y su propio tempo. Es nuestra tarea garantizarles un espacio donde se los espera y se cree en ellos.

Marisa y la política
En Psicología y Educación hemos aprendido que la política atraviesa todo lo que hacemos, y por supuesto, atravesó todo lo que Marisa hizo. En un reportaje hecho por Estela Iglesias y Javier Flores a la Revista de Poesía La Guacha, Marisa explica que empezó “escribiéndole a la patria, a San Martín, a Mariquita Sánchez de Thompson, a Rivadavia, a cualquiera hijo de puta que pintara (...). En el secundario me enteré de la literatura española, la argentina y otras y descubrí que me gustaba enormemente leer. Leía compulsivamente: el diario, Corín Tellado, un poco de El Capital de Marx, Dostoievski. Después durante un tiempo me hice rosista, y leía historia argentina.”
La política atravesó a Marisa de mil maneras, y muy fuertemente cuando fue militante. En esa época escribía poemas para la revolución, para sus compañeros que, como ella, buscaban un camino desde lo político, para los sueños que tenían por aquel entonces. Cuando sufrieron la derrota, escribió para los muertos.
La política la atravesó marginándola aún antes de los manicomios, fue pobre y sufrió la falta de empleo. Wagner, de hecho, escribió que su paso por los manicomios fue más para protegerse del desamparo y de la pobreza, que de la locura.[1]
Aún poco tiempo antes de su fallecimiento, Marisa seguía escribiendo atravesada por la política: “Los otros días me puse a escribir sobre desocupados y piquetes y cascos amarillos, in memorian de compañeros que han muerto en la construcción, los que yo llamo “desaparecidos sociales” porque ni los diarios hablan de ellos; o sobre los canas que todos los días juegan al gatillo fácil.”

Marisa y el exilio
En Psicología y Educación, vimos a través de la lectura del artículo “Modernidad Líquida” de Bauman cómo el aparato social condena, etiqueta, agrupa, califica, reprime. Cada uno tiene su lugar. No está en la misma posición quien es un ente que consume, que quién no lo es, por falta de recursos, o por rebeldía. Hay un afuera y un adentro, igual que en una institución, igual que en un colectivo de aprendizaje o cualquier grupo social.
En el reportaje antes citado, Marisa nos dice: “El tema es que hay en esta sociedad un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Te lo enseñan desde que nacés, entonces se coge en la cama, se cocina en la cocina, se come sobre una mesa, hay que lavarse las manos antes, se hace pis en el baño, no se muestran los genitales en público, mucho menos te podés hacer una paja cuando te vienen ganas en la vereda o en la oficina. Son las reglas, que parecen groseras pero hay millones y cada vez más sofisticadas y terminan reglando absolutamente todo tu cerebro, tu cabeza, tus frases, tus sentimientos, tus instintos, reprimiendo. Uno termina siendo una persona adaptada socialmente, con un trabajo coherente, un sueldo conveniente –no en la Argentina obviamente-, pero con eso sos una persona normal, porque has acatado todas las normas. Entonces cuando vos desafiás las normas de cualquier tipo, corrés riesgos, la cárcel, el reformatorio, el manicomio, cualquier cloaca de la sociedad (...)
Entonces cuando se estigmatiza a alguien de loco, eso es lo que es, y ya pareciera que deja de ser una persona: es un loco, algo que no queremos ver, porque, como dice Marisa en el video, no estamos exentos de nosotros también “volvernos locos”.
En el video, la poeta se autocita y dice “La paz de los cementerios se nos hace rutina / y nuestras familias por fin duermen tranquilas.”, significando que en nuestra sociedad al loco se lo encierra, se lo aparta y se lo olvida.
Al respecto, nos pareció atinado compartir también este poema suyo:

Si yo no estuviera loca
¿Qué estaría?
¿Muerta?
¿Desaparecida?
Y estar loca
¿No es una manera -como otra cualquiera-
de desaparecer o morirse?
Pero no filosofemos ¡no jodamos!
Si yo no estuviera loca estaría cuerda.
Haciendo la fila
para pagar la luz, el gas, el teléfono.


Haciendo otra fila
para pagar los impuestos.
Estaría mirando los clasificados.
Los informativos.
Estaría soñando
con ser alta, flaca, rubia
-como las modelos-
Estaría yendo al Shopping,
por ejemplo.
No sé si lo resistiría.
Creo que no sabría qué hacer del otro lado.


Con este poema, podemos notar que Wagner entiende perfectamente que es una exiliada, que estamos ante un bombardeo de publicidad que nos mantiene siempre deseantes, que nos condena al alejamiento de los otros para gozar a solas con nuestros objetos de consumo, que nos universaliza y a su vez nos despoja de la vinculación con el otro.

En el video, Wagner nos dice “la locura tiene algo que genera miedo porque nadie esta exento. ¡Eso genera unas fantasías! Y cada uno tiene su loco interno, pelea con su loco, con la idea de loco que tiene.”  
Hemos visto en Psicología y Educación, que es importante reflexionar sobre la muerte, como parte de todos y cada uno, algo que indefectiblemente nos va a pasar. La muerte genera fantasías de cómo, cuándo y dónde llegará, y provoca que se vuelva un tema del que nos cueste hablar, muchas veces dejándolo de lado, intentando evitarlo.
Creemos que esto mismo sucede con la locura de la que nos habla Wagner. Las fantasías generadas en torno de la locura, y la poca reflexión al respecto, hace que temamos a nuestra propia locura, y a cualquier “loco”. Es por ello que al loco se lo encierra, no queremos verlo, no queremos tener contacto con eso que nos podría pasar, nos da miedo. Lo mismo pasa con la muerte.
Compartimos otro poema claro sobre este tema:




CONSEJOS PARA VISITANTES

Si Ud. hace caso omiso
de nuestras sonrisa desdentada,
de las contracturas,
de las babas,
encontrará, le juro, un ser humano.



Si mira más profundo todavía,
verá una historia interrumpida,
que hasta por ahí, es parecida...
Si no puede avanzar,
si acaso le dan náuseas o mareos...
no se vaya...
antes, por lo menos,
deje los cigarrillos.-

Marisa y las resistencias a escribir
Wagner dice:
“Luego conocí a Sergio Darlin, un poeta argentino, muerto ya, que fue mi pareja, y me mostró otra poesía, mi poesía era tan elemental y sencilla que solía avergonzarme frente a ellos. Así que no escribí hasta la muerte de Darlin. En el 97, dije: “ahora es mi turno compañero, usted se ha ido”.”
Marisa no escribió hasta que Darlin murió, y no porque no quisiera, sino porque la escritura, que oscila entre el deseo y la represión, se inclinaba por la represión, como hemos leímos en el texto de Gitaroff, aportado por la cátedra. A la poeta se le presentaba una fuerte idealización de Darlin, que hacía que se sintiera no-escritora comparada con él.

Marisa y el Litio
En el Borda (hospital psiquiátrico), a Marisa la intoxican con Litio, lo cual le deja algunas secuelas (disquinecia tardía): tics y ruidos, inestabilidad física (pérdida del equilibrio).
En la entrevista al Periódico Vas, antes citada, la poeta nos dice:
“Se enloquece por un dolor extremo o por una soledad extrema. Un mundo injusto genera subproductos patológicos, y eso somos nosotros. De hecho, algunas personas pueden zafar de la locura y sobreviven. Claro, se mutilan un riñón o el hígado, hacen algo psicosomático, mueren de cáncer… La enfermedad se les aloja en el cuerpo. Otras personas, con un mecanismo absolutamente sensible, enloquecemos. Este mundo genera locura por donde lo mires. A los niños empiezan a darles Ritalina a los tres años. Estamos construyendo adictos, cosa que es muy rentable para la industria farmacéutica. Y ni hablar de los que están el la calle sin otra madre que la estación Retiro, como dice un amigo poeta. ¿Cómo hacés para sobrevivir entre tanta injusticia y crueldad sin enfermarte?”

Sobre esto hemos hablado varias veces en Psicología y Educación: La implicación subjetiva del malestar hace referencia a que uno está implicado con lo que hace. Son las cosas de la cultura que hacen que no me dé cuenta de que me pasa algo. Esto es moneda corriente, negamos las cosas porque nos cuesta aceptarlas, hay una renegación en donde se da una negación y se niega de que se está negando (Un ejemplo es el de manejar un auto a 180 kilómetros por hora, negando que tal cosa sea peligrosa).
En nuestras escuelas, aparece el Metilfenidato, la droga para tratar casos de Déficit de Atención con o sin Hiper Actividad.
Existe una tendencia a normalizar, sobre parámetros impuestos por la cultura posmoderna.
La industria farmacéutica, en gran parte, trabaja sobre esos parámetros y produce drogas para normalizar.
Un poema de Wagner lo puede ejemplificar mejor:



Ya no consumo Halopidol,
sólo Tegretol, Anafranil y Litio.
Estoy compensada.
Traduzcamos:
me mantengo de éste lado,
es decir, sin delirios
y deambulo
(porque, nosotros, los pacientes, deambulamos).
Es una nueva costumbre que he adquirido.
Deambulo -como digo-
libremente por el enorme parque del hospicio.
Estoy lúcida, ubicada en tiempo y espacio,
por lo tanto:
sé en qué día vivo.
¿Vivo? Me pregunto,
y me entra la tristeza y me deprimo.

La historia clínica se pone gorda de tristezas.
Yo soy mi historia clínica.
¿Dejé de ser mi historia, acaso
Es muy malo preguntarse tantas cosas
que complican, además, el tratamiento.
Tengo sueños, pesadillas
que a nadie se las cuento, por las dudas,
no sea cosa, vayan a la historia clínica.
Pero sí tengo insomnio, por ejemplo,
esto es inocultable,
y va derecho a la historia clínica.
Mi psiquiatra, entonces,
regula las pastillas.
Duermo. Se anota en la historia clínica.
Doctor, estoy amando
¿Esto también irá a la historia clínica?



Marisa y El encuentro con el otro
La poesía de Marisa sale del hospicio, porque alguien los manda a concursar. Sin ese alguien, no hubiese sido posible “Los Montes de la Loca”, su libro. En el siguiente poema, Wagner refleja sentir fortaleza al saberse no-sola, puede resistir desde el encuentro con los otros.

Cuando se toca fondo
y se mastica el polvo,
te das cuenta, aprendés,
que aún no lo has perdido todo,
que hay más para perder,
que el fondo, en realidad, no tiene fondo,
que aún se puede descender
y descender
Se piensa que ya no se puede estar más solo
y sin embargo, sí se puede
hay más soledad, te lo aseguro.
Pero un día
un día cualquiera, se te da por mirarte en el espejo
(no abundan los espejos en el manicomio,
por razones obvias, se me ha dicho).
No importa, el espejo del que hablo, está en otro lado,
adentro.
Y te das cuenta, por ejemplo,
que tenés dos piernas,
te las mirás, las sometés a prueba,
y te vas a dar una vuelta por el parque del hospicio.
Y te cruzás entonces, con otro espejo que deambula,
más valioso y fidedigno
¡Y acaece la revelación!
¡Qué voy a estar sola… sí somos mil setenta locos acá adentro!
Y cuando nos juntamos los espejos
uno le da coraje al otro y resistimos.
La subestimación.
La discriminación.
Los abandonos.
Pero bueno, estas ya no son cosas de locos.-

Marisa y la confianza en la palabra
La cátedra “Psicología y Educación” aportó la historia del calvario de Ana, una desplazada por los conflictos armados africanos, que da cuenta de la importancia que tiene que el exiliado esté provisto de alguien que lo escuche, que sepa que cuenta con un lugar en el otro, donde el otro y él mismo son imprescindibles. Es en la simbolización, en la confianza en la palabra, donde el relato de sí mismo tiene derecho a existir y ser verdad, configurando la identidad del relator como un hecho vivo y no uno ahogado y confuso, indecible. El siguiente poema, está dedicado a su analista, y da cuenta de cómo él le proveyó un lugar donde poder darle existencia y verdad a su relato.

(al Licenciado Germán Agüero)
Yo...
- ésta mujer rota -
que a veces se despedaza aún más en la locura.
La que emprende sigilosos, nocturnos vuelos,
sobre los nidos secretos de los monstruos.
La que suele mantener conversaciones largas
con el mismísimo demonio, mirándolo a los ojos.
Yo...
- éste ángel mutilado, erróneo -
que arrastra su ala rota en los pantanos,
que camina lentamente
sobre brasas encendidas, sin notarlo,
expiando
quién sabe qué pecado.
Que no se persigna jamás, ni se arrodilla
ante ningún dios de cotillón,
ante ninguna deidad de fantasía.
Quizás...
porque vi morir mis hombres mejores en la guerra.
Inocentes, desnudos, crédulos,
descalzos, casi desarmados
y jamás pude enterrarlos,
quiero decir, honrar la tierra con sus cuerpos niños...
hoy... sin embargo,
me inclino
- con la docilidad y la elasticidad de un junco -
frente al milagro descomunal de tu ternura.



[1] Entrevista a Marisa Wagner, realizada por Mariane Pécora, Directora del Periódico Vas, de Buenos Aires. La entrevista es de 2009 y la re-publicación data del 17 de agosto de 2012 en Periódico Vas

*Victoria, Rocío y Ana cursan el 3er año del Profesorado de Música