domingo, 31 de julio de 2011

¿Tienen ellos algo que escribir?

Por el profesor Carlos Ravina*

En su libro “Noescritos sobre eso que se llama arte” Luis Felipe Noé nos dice que para él, dibujar es "un pensamiento lineal: una línea lleva a otra línea; un silogismo gráfico. Así como cada uno conoce lo que piensa en la medida en que lo está pensando, uno sabe lo que dibuja en la medida en que lo está dibujando. No antes, ni aun cuando crea lo contrario. Dibujar es desenrollar una madeja tirando de un hilo, o sea, una línea." Muy parecido a lo que  afirmó Henri Cartier-Bresson en una entrevista de 1994: "Dibujar es una forma de meditación. En un dibujo se añade línea a línea, trocito a trocito, pero nunca se está seguro completamente de cuál va a ser el todo. Un dibujo es un viaje siempre inacabado hacía un todo."
¡Qué maravilloso sería que nuestros alumnos descubrieran esa misma magia al dibujar sus músicas! “La escritura es activa no porque refleje al pensamiento sino porque produce pensamiento, no porque plasme imágenes sino porque crea imágenes. La escritura entonces es construcción que construye” nos dice Daniel Calmels en “El cuerpo en la escritura” y en la misma dirección lo confirma Anna Camps en “Secuencias didácticas para la aprender a escribir” cuando nos advierte que “La escritura es herramienta de construcción del saber y no solo instrumento para expresarlo.”
¿Estarán exagerando? en “Autismo y lenguaje: enigma de la escritura” Daniel Orlievsky afirma a su vez que en la búsqueda de tratamientos eficaces para ayudar a niños autistas, los resultados parecen confirmar la hipótesis de que “aún en los casos en los que el lenguaje está más afectado, la escritura contribuye a construir un sistema representacional de modo de permitir la función de la representación como interpretación de la realidad ya que el hallazgo de significantes verbales mediante la escritura modifica la modalidad de procesamiento psíquico.”
En las escuelas argentinas la lectoescritura musical permanece distorsionada y devaluada, cuando no, olímpicamente ignorada. La partitura jamás debió ser soslayada: su uso demanda una acción analítica porque los fenómenos sonoros son representados secuencialmente demandando un trabajo consciente de relación entre significado y grafía al escribir, y de relación de acciones motoras específicas en el momento de leerla y por supuesto, al ejecutar todo ello en el instrumento elegido. El uso de lo escrito demanda la consolidación de lo que el lingüista italiano Raffaele Simone llamó “inteligencia secuencial (o analítica)”, que está asociada al orden, la estructuración y la planificación, realidades no explícitas en la “inteligencia simultánea (o global, la que mira en lugar de leer alfabetos)” a la que considera anterior y evolutivamente superada por la secuencial que luego se le superpone sin anularla.
¿Nuestros alumnos no conquistarán entonces la escritura musical porque sus maestros tenemos miedo de ella?
Como hasta ahora, más preguntas nos interrogarán en la próxima entrega.
* El profesor Carlos Ravina es profesor titular de las cátedras Formación Musical General II - III, Práctica Vocal e Instrumental II - III, Audioperceptiva I y Ensamble Clásico de la TSI

martes, 19 de julio de 2011

¿Tienen ellos algo que decir?

Por el profesor Carlos Ravina*

Es innegable que hay instituciones en las que ciertas prácticas musicales han llegado a un interesante grado de consistencia. También es cierto que a una escuela común no debemos exigirle la pretensión curricular a la que debe aspirar un centro específicamente consagrado a estudios musicales. Sin embargo, ello no nos autoriza a creer que la música no puede ser enseñada en su condición de discurso, y muy en particular, de oportunidad para narrar lo propio.
Afirma Chomsky: “una persona que conoce una lengua (de acuerdo con los principios de la Gramática Universal) normalmente conoce cómo usarla para lograr ciertos fines. Podemos decir que alcanza un sistema de “competencia pragmática” que interactúa con su competencia gramatical [...] El conocimiento del lenguaje pertenece a un complejo más rico de creencias y conocimiento [...] el uso del lenguaje compromete sistemas cognitivos fuera de la competencia gramatical y pragmática.”
Además, hemos repetido como loros aquello que Vigotsky propuso “El pensamiento sufre muchos cambios al convertirse en lenguaje. No es mera expresión lo que encuentra en el lenguaje: halla su realidad y su forma” y también que “[...] cuanto más refinadas son las estructuras del pensamiento, más necesario es el lenguaje para el perfeccionamiento de su elaboración”.

Los maestros de música deberíamos ayudar a los alumnos a aprender algo más que a usar las destrezas que constituyen su “gramática universal musical” (de cuya morfología y sintaxis pareciera que está prohibido hablar).

Pareciera que el meollo de la cuestión es saber meter la nariz en la cocina del discurso. Entonces, ¿por qué no acompañar a nuestros alumnos en la aventura de componer sus propias narraciones musicales? ¿acaso un niño de primer grado no tiene nada que narrar? ¿acaso otro de sexto grado ya ha perdido el deseo de ser escuchado?
Forma, textura, instrumentación, color instrumental y/o vocal, variaciones de intensidad, de velocidad, de densidad, articulación, uso o no de texto y demás variables, están disponibles como dimensión a ser desplegada por los niños y sobre cuya profundización el docente puede desplegar su propia fantasía creativa.
¿No queremos enterarnos de cómo se narran musicalmente a sí mismos nuestros alumnos?
Y seguirán las preguntas en la próxima entrega.

* El profesor Carlos Ravina es profesor titular de las cátedras Formación Musical General II - III, Práctica Vocal e Instrumental II - III, Audioperceptiva I y Ensamble Clásico de la TSI

sábado, 9 de julio de 2011

Dar lugar a la palabra del otro

por el prof. Carlos Ravina*
De Collegium egresan año tras año, jóvenes que pasarán a formar parte de cuerpos docentes de escuelas en las que enseñarán música. En otras palabras, tendrán influencia en los niños, en sus familias, en pares y colegas de su comunidad educativa, y también en los directivos. Eventualmente, influirán aún con mayor alcance en aquellos casos en que la producción de sus alumnos tome estado público más allá de la escuela. Es válido decir entonces que un maestro de música tiene una cuota de peso social importante como transmisor de cultura. Por lo tanto, también lo tienen nuestros egresados... ¿para reproducir lo vigente, o además, para inaugurar lo nuevo?
Con esta imagen en el ánimo es que afloran preguntas que tal vez enriquezcan la trama conceptual con que nuestros alumnos se nutren durante su paso por el Nivel Terciario de Collegium CEIM. Interrogantes que seguramente suscitarán otros interrogantes. Y ya sabemos que ello genera movimiento vital, muy diferente a la quietud mortífera de las respuestas que tienen todo evaluado y ya resuelto para siempre y para todos.
Una pregunta podría ser ¿por qué se invierte mucho más esfuerzo en enseñar a copiar repertorios, estilos, y actitudes, que a desarrollar la propia narrativa? En sus escuelas los niños dibujan, narran, traman argumentos... pero no componen. No me refiero a esos juegos con elementos musicales, ambientaciones sonoras, simulacros de FM, que son ciertamente tablas de salvación para esos días en que ninguna idea brota. No, me refiero a componer, es decir, a configurar un discurso.
“Lo propio del hombre no es la lógica sino la imaginación irrefrenada, defuncionalizada. Esta imaginación, como imaginación radical de la psique singular y como imaginario social instituyente, provee las condiciones para que el pensamiento reflexivo pueda existir, por lo tanto también para que pueda existir una ciencia y aún un psicoanálisis” advirtió el filósofo Castoriadis y creo que no nos vendría mal entonces insistir en esta pregunta: ¿por qué valorizamos más la mímesis que la imaginación radical? ¿Por qué en la escuela no se enseña a narrar musicalmente los propios contenidos?
Hay otras preguntas, que formularemos en la próxima entrega.

* El profesor Carlos Ravina es profesor titular de las cátedras Formación Musical General II - III, Práctica Vocal e Instrumental II - III, Audioperceptiva I y Ensamble Clásico de la TSI