Por Victoria Barturen*
En esta sexta entrega, veremos qué pasa
con nosotros como partes formantes de una institución, qué se pone en juego a
la hora de analizar la realidad psíquica en la institución. Esta vez abriremos
preguntas que nos sirvan para pensar nuestra realidad docente y apelaremos a la
creatividad y a la errancia como nuevos puntos de referencia.
Malestar institucional y creatividad
“Apenas hace
falta decir que la principal base de este malestar es ambiental, ligada a las
circunstancias mismas de los enseñantes, a las presiones que recaen sobre
ellos. Nunca como ahora habían estado sometidos a demandas tan intensas,
complejas y, a veces, contradictorias por parte de la Administración, de los
alumnos, de los padres, de la sociedad en general.”
Alfredo
Fierro.
Intentando acercarnos más al colectivo en
situación de aprendizaje, es necesario entender las situaciones que se generan
en la institución.
Podemos mencionar rápidamente algunos
conceptos formantes. La institución es el orden por el cual se funda un
colectivo con el objetivo de realizar una tarea útil, necesaria para el
funcionamiento social. En nuestro caso, la institución es la escuela, la tarea,
educar. Cornelius Castoriadis aporta la idea de instituyente e instituido,
Edwin Goffman incluye que toda institución
posee una vertiente autoritaria. Así también, sabemos que la tarea primaria de
la institución es aquella que asegura la identidad de la institución.
Ahora notemos que existe una realidad
psíquica en la institución, una fuente de placer (por el cumplimiento de la
tarea primaria, por los ideales) y de sufrimiento (por el incumplimiento del
encuadre, por el no-reconocimiento) para sus miembros, que no es homogénea.
Los malestares en la institución se deben
principalmente a que la misma alienta la ilusión de la coincidencia para
mantener el sentimiento de cohesión de los lazos y la tarea primaria, pero
manteniendo a la vez, la negación del sufrimiento psíquico en ellos.
Al encontrarnos mediados por la institución,
tanto docentes, directivos y alumnos, deberíamos instalar espacios de diálogo
en los cuales trabajar juntos los malestares institucionales. La institución
puede no contar con recursos materiales, no acompañarme en sus fuerzas
directivas, no asesorarme técnicamente en mi especialidad, violentarme ideológica,
ética, económicamente, etc. Estas situaciones me generarán malestar si me
imposibilitan el cumplimiento de la función primaria de la educación, que por
otra parte, es mi vocación. Ante estos y tantos otros conflictos podemos acudir
a la errancia de Duschatzky, ya mencionada en este trabajo, como postura
inicial: tengo que querer cambiar lo que sucede, sin responsabilizar al otro.
La manera de hacerlo será a través de la simbolización del malestar, del
encuentro con los otros.
“Cada niño
al que enseñamos es maravillosamente único y nos exige utilizar la más
exquisita de las facultades humanas, la capacidad de formarnos juicios en
ausencia de reglas (…). [La buena enseñanza] se basa en la sensibilidad y la
imaginación. Flirtea con la sorpresa. Aprovecha el afecto. En suma, la buena
enseñanza es un asunto artístico.”
Elliot
Eisner.
Hay preguntas que no pueden responderse a la
ligera, ¿qué hacer con un alumno que no estudia, no produce?, ¿qué hacer si el
grupo de alumnos se encuentra fragmentado y enfrentado?, ¿qué hacer si los
alumnos se ausentan mucho?, ¿qué hacer con una educación musical maltratada en
las escuelas, que no permite siquiera vislumbrar una propuesta de secuenciación
en el aprendizaje? El tratamiento de estas preguntas necesitará de un
diagnóstico, de un profesional docente comprometido. Necesitaremos formar un
colectivo de aprendizaje que funcione junto, para ello tendremos que tener en
cuenta todas las realidades vistas y mantenernos actualizados acerca de
diferentes miradas que puedan ir surgiendo. Necesitaremos, en la medida de lo
posible, poner al alumno al frente, como sujeto activo y responsable de su
educación.
Necesitaremos creatividad. Para Elliot
Eisner, se trata de la habilidad de hallar la oportunidad. Habla de ello como
una habilidad artística que se mezcla con el juicio profesional, y es
primordial para enseñar bien, para establecer relaciones personales con los
alumnos y para apreciar su crecimiento. En palabras de Freire, la educación consiste en un acto de amor y coraje; es
una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad, a la que no teme; más
bien busca transformarla, por solidaridad, por espíritu fraternal.
Podemos añadir algunas ideas a las ya
mencionadas, que también servirán al docente en su trato con los alumnos y
directivos, y a los mismos alumnos entre ellos.
En casos de conflictos de cualquier tipo,
tendremos a mano la herramienta de la negociación. A saber, toda negociación
fecunda parte de un presupuesto: reconocer al otro. La idea fácilmente
rescatable de este concepto se trata de entender que reconocer al otro no
significa compartir su ideología, reivindicar sus creencias o convalidar su
comportamiento, sino aceptar que está ahí y merece mi respeto y atención en sus
demandas. Si trabajamos sobre intereses en vez de combatir principios,
tendremos más posibilidades de que la negociación resulte exitosa, ya que los
principios no son discutibles ni intercambiables.
*Victoria es alumna del 3er año del Profesorado de Música
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